Mariano Gonzalez Mangada era un ex-cura libertario, librero y escritor
que escribió varios libros con fábulas y poemas. Explicaba de este
modo por qué no recurría a las editoriales para vender sus libros:

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Os debo cuanto escribo

Cuervo Ingenuo respetaba a Antonio Machado que decía a la gente: «Me
debeis cuanto escribo»,- pero lo imitaba cambiándolo un poco y solía
decir a los amigos, que les debía cuanto escribía y que se consideraba
bien pagado con ver una sonrisa al leer una fábula y rico rematado
cuando alguien soltaba la carcajada. Y le parecía que no era necesario
dar el salto a la edición normal de las fábulas, porque además de que
el mercado es libre, pero muy expuesto; en el caso de que hubiera
lectores que lo compraran, de ordinario caían muy lejos y aunque uno
se imagine que se ríen, no es lo mismo que oír las carcajadas o ver a
la gente mearse de risa en la librería.
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«Cuervo Ingenuo», como podrán deducir, era su pseudónimo y así
explicaba por qué lo usaba en vez de su nombre:

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La ingenuidad del cuervo

Había una vez un cuervo que paría fábulas sin parar, también las
revisaba y criticaba y tachaba y le daban vergüenza pero no se sabe
por qué no le parecían del todo mal y hasta pensaba dedicarlas a su
madre Anastasia que le estará viendo y escuchando y pensaba que casi
todo lo que había parido, Salmos de andar, Profecías, Cantares del
peón, Coplas del cupón, Epigramas de librero, Canciones desde el fondo
del pozo y otros poemas, trataban siempre de lo mismo, como si fueran
encíclicas del Papa, es decir sobre la fe y las costumbres, aunque más
de la fe que de las costumbres y que quizás las Fábulas se parecieran
más a los Cantares del peón, por los cuales estuvo 40 días a la
sombra, es decir que eran una mezcla de vino viejo y mala leche, sólo
que el vino tenía más grados por tener el tonel veintitantos años más
y la leche estaba más agría, como corresponde al género literario
fábula y algunas veces temía que se le calentara la voluntad a
cualquier autoridad policial o judicial, que son potestades autónomas,
como corresponde a la separación de poderes ejecutivo v judicial, pero
interconectadas por pertenecer ambas al sistema de la Cosa Estatal
moderna y que a lo mejor tendría que volver a la cárcel de San Antón,
(de donde recordaba que las duchas olían como las del Cuartel de
Policía de la calle López de Hoyos donde trabajaba su padre) pero no
acompañando familiares, sino a quedarse , y por eso se decidió a
firmar las primeras cien fábulas como Cuervo Ingenuo, por si las
moscas procesales, porque una cosa es la verdad y otra, a veces
distinta, lo que se puede probar en un juicio con las pruebas
testificales, documentales, periciales y así, de donde se deduce que
el cuervo aunque era ingenuo, pero a lo mejor no era tanto como
parecía, aparte de que le gustara muchísimo esa canción de Javier
Krahe.
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Esto dice de él un amigo suyo:

«Mariano González Mangada fue un jesuita brillante, por su bondad y
por su talento. Tan brillante que los jesuitas lo destinaron a
estudiar ingeniero industrial. Pronto llegó a ser profesor en la
Escuela Superior de Ingeniería (ICAI), de Madrid. Era, pues, un hombre
importante. Y tenía que aparecer como tal. Cosa que no le gustaba. Por
eso, un buen día, dejó su brillante carrera. Y se fue a vender libros
baratos en un rincón de Cartagena. Más tarde se salió de los jesuitas.
No quería ser importante ni en eso. Y vivió como uno de tantos,
desapercibido, en el anonimato. En sus ratos libres, escribía fábulas.
Y se llamaba a sí mismo el «cuervo ingenuo». Se murió el 17 de mayo de
1996.»

Cuervo Ingenuo alguna vez puso esta nota:
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Nota del autor: Todos los que lean o escuchen estas fábulas tienen
derecho a copiarlas, reproducirlas por cualquier medio, decir que las
hen hecho ellos, cantarlas si les parece y, por supuesto, en caso de
placer o necesidad, limpiarse el culo con ellas. Tienen también el
derecho de hacer otras parecidas, mejores o incluso peores, todo ello
sin permiso escrito ni oral de nadie.
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