(«Porque en El nos movemos y tenemos nuestro ser…»
Nuevo Testamento: Hechos, 17: 28)
(«En su libro «La totalidad y el orden implicado», David Bohm, eminente físico teórico y colaborador de Einstein, dedica dos capítulos a la relación entre la conciencia y la materia, tal como la ve el físico moderno. Describe la realidad como un todo coherente y entero que se ve envuelto en un interminable proceso de cambio llamado «holomovimiento«. Desde esta perspectiva, todas las estructuras estables del universo son tan sólo abstracciones. Podemos realizar numerosos esfuerzos para describir objetos, entidades o acontecimientos, pero finalmente tenemos que aceptar que todos ellos derivan de un todo indefinible y desconocido. En este mundo, donde todo cambia continuamente, el empleo de sustantivos para describir lo que sucede sólo puede inducirnos al error. Para Bohm, la teoría holográfica demuestra su idea de que la energía, la luz y la materia están compuestas por patrones de interferencia que pueden transmitir información acerca de todas las otras ondas de luz, energía y materia con las que han estado en contacto, ya sea directa o indirectamente. Así, cada fragmento de energía y de materia representa un microcosmos que contiene el todo. La vida ya no puede ser comprendida en términos de materia inanimada. Ambas, vida y materia, son abstracciones extraídas del holomovimiento, es decir, del todo indivisible, pero ninguna de ellas puede ser separada de ese todo. De la misma manera, tanto la materia como la conciencia son aspectos de ese todo indivisible…» Stanislav Groff: «La mente holotrópica«)
En el mundo anterior existía una red de intercambio que llamaban Internet. De allí fueron surgiendo ideas y modos de operación, así como todas las variadas maneras de comunicar casi anónimamente y sin embargo haciéndose plenamente responsable de lo compartido. Al mismo tiempo fueron aprendiendo a procurarse protección de las mil y una formas de tergiversación que los pre-humanos con astucia tejían, como telaraña para apresar y destruir lo nuevo y bueno que nacía. Porque la vieja maquinaria de comunicación y puesta en acción de conceptos y sentimientos era pesada y contundente, y cualquier movimiento de otra densidad que intentara propagarse tendía a ser inmediatamente asimilado y degradado para devenir utilizable de acuerdo con las leyes de ese estrato primitivo del ser. Se necesitaban complicados aparatos, y un difícil aprendizaje de reglas y precauciones. No todos tenían acceso a estos bienes materiales que permitían la recepción, transmisión y enriquecimiento creativo de los mensajes. Estos movimientos no estaban sometidos a las leyes materiales de las cosas (con sus características tendencias a la apropiación indebida y acumulación) pero sí requerían para su circulación de cosas materiales, y por lo tanto eran vulnerables al poder ejercido desde las centrales que regían económicamente el planeta.
Existió un movimiento rebelde y precursor que advirtió que ciertas formas de existencia, relacionadas con el desarrollo e intercambio de conocimientos y sentires, no eran poseíbles ni acumulables, y que cuanto más se compartían y circulaban más se multiplicaban y podían perfeccionarse. Bregaron entonces por liberar de las poderosas centrales económicas los procesos de desarrollo y transmisión , y como sus ideas tenían una profunda raíz solidaria y progresista, lucharon también por el acceso de todos al aparato material necesario para compartir estas formas no materiales de existencia.
Fue una batalla difícil, pero llena de entusiasmo y seguridad, porque se fundaba en fuentes de poder independientes y mucho más originarias que la riqueza material o el poder político. Era la seguridad de una bellota plantada en la tierra de que se convertiría en roble. Su lema inicial era «otro mundo es posible» y se esforzaron alegremente en construírlo.
Se ignora qué fue de sus iniciadores. Hubo, como era inevitable, una guerra de sobornos, intimidaciones, intentos de tergiversación: eran muchos los intereses afectados. En realidad, viéndolo desde un enfoque ontológico, era la pesada inercia del estrato inferior de la naturaleza, que impedía el surgimiento de lo nuevo. Los mundos viejos se resistían a morir: como perros aferrados a su hueso no querían soltar lo que creían seguro. Al menos hasta que una masa crítica de la humanidad conoció y valoró el ascenso en espiral de la libertad creadora, y decidió activamente plegarse a su impulso.
El referido movimiento adquirió múltiples formas, todas liberadoras de trabas a la circulación de la información y las creaciones de individuos y grupos. Fue así semillero de mundos de ensayo, hasta lograr el nivel actual.
En nuestro mundo hoy es más sencillo compartir, ya que la transmisión es instantánea entre los afines, sin necesidad de tecnología agregada al ya desplegado potencial de nuestro cuerpo-mente. La afinación de nuestro delicado instrumento se realiza mediante una simple apelación a lo que llamamos «sentir íntimo», donde se conjugan el sentimiento, la razón lógica y la capacidad intuitiva de la mente. La lucha entre diversos niveles de afinidad ya no tiene como fin la destrucción de lo diferente, sino la armonía comprehensiva, como en un acorde musical que abarca infinitas octavas. Obviamente, el mayor poder coordinador está en manos de los niveles más omni-abarcadores en su capacidad de creación y servicio Se trata entonces de afinar, crear y disfrutar del maravilloso juego.
Y sabemos que este mundo también tendrá que disolverse y dar lugar al próximo, del cual no tenemos aún idea. Esto es lo hermoso, que siempre habrá otra completa novedad…
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